Se encuentra a menos de 5 minutos del mirador de Carrick-A-Rede y del aparcamiento del puesto así que después de coger energía con un suculento desayuno, nos dirigimos a la que sería la primera parada del día. Habíamos reservado las entradas con meses de antelación en la web de National Trust. La web da la posibilidad de elegir el horario, y mi recomendación es cogerlas a primera hora (sobre las 9.30h), ya que todavía no habrán llegado los tours organizados y estaréis casi solos. El precio de la entrada es de 9 libras por adulto.
Hay alrededor de 1 km de distancia desde el centro de visitantes, donde está el aparcamiento, hasta el puente. El paseo hasta allí se desarrolla entre acantilados y las vistas de la costa de Antrim son impresionantes. Además, tuvimos la suerte de que hizo un día precioso y ver las aguas cristalinas que los rodean es un espectáculo. Si tienes suerte, dicen que se pueden ver delfines y tiburones (nosotros no la tuvimos).
El puente colgante, situado a 30 metros de altura sobre el mar, fue construido por primera vez por los pescadores de salmón hace más de 350 años. Recorrer sus 20 metros de longitud, sintiendo el balanceo del viento y escuchando el crujir de las maderas, mereció la pena al conseguir llegar a la isla. Yo, que soy una miedica, creo que es totalmente seguro aunque me dio un poco de vértigo.
Sin duda, recomiendo visitar este lugar, ya que es uno de los sitos más bonitos en los que he estado. No solo merece la pena por el puente y la isla, sino todo el paraje en el que está situado.
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