Abadía de Kylemore: Fue construida por Mitchell Henry, magnate industrial y político, como un regalo para su mujer. después de que visitaran Connemara por su luna de miel en 1850 y ella se quedara prendada de la belleza del lugar. Tras 4 años de construcción, se inauguró el castillo pero Mitchell no se conformó y también arregló los cenagales de la propiedad, tan típicos de Connemara. En su lugar, plantó los árboles que rodean los lagos y contrató a jardineros para completar el jardín victoriano amurallado. Tuvieron 9 hijos en común y vivieron algunos años felices. Sin embargo, Margaret no pudo disfrutar de su bello cuento de hadas en Kylemore durante mucho tiempo ya que en 1874, durante unas vacaciones en Egipto, cayó enferma de disentería y falleció. Poco después, murió la hija pequeña del matrimonio y favorita de Mitchell. Por estas desgracias, el resto de la familia abandonó la abadía.
Vendieron la propiedad a los duques de Manchester que, al contrario que sus predecesores, descuidaron los alrededores del castillo, y se dedicaron a dar fiestas. Pocos años después, perdieron la propiedad al jugársela en una partida de cartas.
Desde 1920 ha sido el hogar monástico de las benedictinas y entre 1923 y 2010 lo convirtieron en un colegio internacional internado.
Piedra de planchar: Según la leyenda, los deseos son concedidos a aquellos que se ponen de pie con la espalda contra la piedra y tienen éxito lanzando una piedrecita si ésta toca el vértice del triángulo.
El paraje en el que se encuentra la abadía es espectacular y, aunque no pudimos recorrer todos los caminos de los 15000 acres que pertenecen a la propiedad, no nos extraña que Margaret y Mitchell Henry se enamorasen de este lugar.
Me encantó la visita y, mucho más después de conocer la historia que se esconde detrás. Me dio mucha pena no poder visitar los jardines así que espero volver algún día. Sin duda, es muy recomendable.
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